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Unificación del Sistema de Salud en México

¿La cura para la desigualdad en salud o la receta para otro colapso del sistema?

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La palabra “unificación” suena increíble, casi utópica. Después de décadas viendo pacientes rebotar entre IMSS, ISSSTE o ISEM, la idea de un Sistema Nacional de Salud único parece la solución a todos nuestros males. Pero seamos honestos: ¿estamos realmente preparados para esto?

El gobierno federal anunció que, en enero de 2026, arrancará el registro universal de salud, con una credencial única que permitirá recibir atención en cualquier institución pública, sin importar la afiliación laboral. Para 2027, aseguran, cualquier ciudadano podrá atenderse donde sea: IMSS, ISSSTE o IMSS-Bienestar.

La presidenta Claudia Sheinbaum lo planteó como un paso histórico: “la salud no debe depender de la afiliación laboral”. Y coincido con esta frase. Sin embargo, la realidad de enfermarse en México, incluso teniendo algún tipo de seguro público, sigue siendo casi una sentencia de burocracia y desabasto. Transformar eso no es tan sencillo como entregar miles de credenciales.

¿Qué implicaciones tendría realmente?

Desde dentro del sistema, el personal de salud conocemos y hemos experimentado aspectos que no aparecen en los medios de comunicación ni en discursos políticos:

  • Cada institución maneja su propio sistema de bases de datos y expedientes clínicos (algunos aún escritos a mano o en máquinas de escribir, es decir, en papel).
  • Los cuadros básicos de medicamentos no son idénticos; el personal tiene horarios y sueldos con diferencias significativas entre instituciones.
  • La infraestructura hospitalaria está lejos de ser uniforme: existen hospitales saturados y clínicas rurales sin siquiera paracetamol.

Pretender que en menos de dos años se compartan bases de datos, expedientes, horarios, turnos y homologación salarial es un reto sumamente ambicioso y complejo.

Para que la unificación sea real, se necesita estrategia, planeación y sistematización, sin descuidar algo crucial: financiamiento estable, transparente y operativo. Esto implica recursos reales para infraestructura, aparatos, equipo, medicamentos y materiales en cada consultorio, sala de urgencias y quirófano.

Además, está el factor humano: el personal de salud está mal pagado, con jornadas extenuantes y derechos laborales casi ignorados. Unificar un sistema sin mejorar las condiciones laborales es como intentar hacer latir un corazón en un cuerpo sin sangre: simplemente no funciona.

La intención no es mala, pero es ambiciosa. Si no está diseñada por quienes conocen el sistema, probablemente llevará a:

  • Saturación y colapso de hospitales grandes.
  • Choque entre sistemas y datos inconexos.
  • Distribución desigual de medicamentos y recursos.
  • Mayor riesgo de corrupción.
  • Desigualdad en recursos humanos y capacitación.

Un sistema unificado podría corregir muchas desigualdades históricas y convertirse en una verdadera oportunidad para la población. Sin embargo, una mala planeación puede derivar en otra reforma a medias, con caos de datos, mezcla institucional y personal de salud luchando por hacer funcionar su área de trabajo solo por vocación.

Brenda Malvaez

M.P.S.S. en Médico Cirujano
Colaboradora editorial en salud pública y prevención.

• Interesada en políticas sanitarias con enfoque comunitario y justicia social.

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