Uruapan: La ironía de la seguridad federal
El asesinato de Carlos Manzo exhibe la fragilidad del Estado mexicano y ridiculiza las promesas de seguridad en Michoacán.
El asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, no solo representa una tragedia política, sino también una radiografía descarnada del fracaso institucional en materia de seguridad. Durante meses, Manzo pidió al gobierno federal una verdadera intervención contra el crimen organizado, alertando que la situación en Michoacán era insostenible. Nadie lo escuchó. Hoy, su muerte confirma lo que muchos ya temían: la violencia no solo domina las calles, sino también las estructuras del poder.
Tras el atentado, la respuesta oficial no tardó en llegar. “Condeno con absoluta firmeza el vil asesinato del presidente municipal de Uruapan, Carlos Manzo”, se lee en el comunicado de la Presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo. Palabras correctas, pero huecas. Porque mientras las condolencias se reparten, los responsables del orden ofrecen explicaciones que rayan en la burla.
El secretario federal de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, aseguró en conferencia de prensa que el alcalde michoacano contaba con “14 elementos de la Guardia Nacional para su seguridad”. Si eso es cierto, ¿de qué sirve un cuerpo armado incapaz de proteger a una sola persona bajo su resguardo? ¿Qué puede esperar el resto del país si ni el alcalde logra sobrevivir rodeado de supuestos guardianes federales?
Es importante recordar que el pasado 8 de octubre de 2025, “El del Sombrero” denunciaba que “los más de 200 elementos que llegaron hace unos días para reforzar los operativos en Uruapan por parte de la Guardia Nacional fueron retirados de Uruapan. Esta decisión deja a Uruapan en estado vulnerable ante las actividades ilícitas del crimen organizado”.
Harfuch prometió transparencia, coordinación y justicia. Pero la realidad es otra: la violencia ha rebasado todas las promesas. Este caso en Michoacán, ha convertido a la Guardia Nacional en un símbolo de impotencia, y su eficacia, en una broma de mal gusto.
Mientras el gobierno insiste en que la estrategia de seguridad se “reforzará”, los ciudadanos entierran a otro alcalde más, víctima de la misma indiferencia que él denunció. Lo que Uruapan necesita no son más discursos, sino un Estado que deje de esconder su incompetencia detrás de comunicados de condolencia.
DAM
